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Mi primera vez.

La tela corría rápido, con mucha prisa si apoyaba el pie con fuerza pero si lo apoyaba despacio y lento corría el riesgo de que sin querer un descuido acelere el pulso. Ella era industrial, veloz y profesional; perfecta si te podías conectar y lograbas conocerla bien, de lo contrario la perfección desaparecía como cuando intentas atrapar la espuma del mar cuando sos niño (o cuando se te despierta el niño interior justo cuando estas en la orilla del mar)

De todo modos era un momento placentero, mas placentero que abrir un frasco nuevo de dulce de leche y pegotearte los dedos. Si me confundía…¿cual era el problema? había otras tantas telas descansando en la mesa y dispuestas a ser usadas. Lo particular era que justo mi tela era una futura remera, probablemente chingosa que usaría para dormir. Lisa, solo con un estampado hecho a mano y el dibujo también era diseñado por mi imaginación. Perfecta, quedo perfecta como si no la hubiera hecho yo. Pero si.

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El timbre

Cuando llegaba el momento todos corrían apresurados hacia la puerta atropellándose para salir primero con ansiedad. Una niña de pelo rubio y ojos marrones pensaba que hacer para que el tiempo se pase rápido. Abría y cerraba sus cuadernos, guardaba y sacaba hojas de su mochila. Cuando su tronchatoro de maestra le decía de malas maneras que debía salir del aula, caminaba hacia el baño sin tener la necesidad biológica de recurrir a el. Extrañaba a su mejor amiga y a su hermana, fingía un dolor de panza y pedía que su abuelo la vaya a buscar.

Gracias a que existen los cambios y las buenas elecciones, el poder de cambiar las situaciones no trae mas desilusiones ni malas repercusiones.